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Islas Anglo-Normandas y el campo de concentracion de Alderney.

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Guernesey, Sark, Jersey y Alderney (Aurigny) fueron ocupadas por los alemanes en verano de 1.940. Alderney fue evacuada en la primavera de 1.940, pero Sark, Jersey y Guernesey fueron ocupadas por los nazis con todas las poblaciones. La de Sark fue deportada totalmente a Alemania, excepto 6 hombres que, junto con algunos hombres enviados de Guernesey se quedaron para cuidar del ganado, vigilados por los SS.

A las defensas naturales de Sark, los nazis añadieron nidos de ametralladoras, y a las fortificaciones napoleónicas de Alderney, consideradas insuficientes por los alemanes, se añadieron más trabajos militares, sobre todo por la costa.

En Aurigny (o Alderney), antes de la guerra, algunos presos comunes fueron destinados a trabajar en la cantera de piedra existente en la isla. Durante la guerra instalaron un campo de concentración llamado Norderney, al que llegaron poco después los primeros prisioneros franceses condenados por las autoridades de Vichy, y tras ellos, los judíos casados con mujeres arias hacia los que, el enviarlos allí, se consideraba un trato de favor. Estos judíos, eran residentes en Francia y, para poder escapar a la deportación a los campos, tenían que conseguir 7 certificados que probasen la condición de aria de su esposa.

A mediados de 1.941, empezaron a llegar los primeros republicanos españoles, alemanes, norteafricanos, tres chinos y varios italianos.
Los alemanes llevaban el traje de rayas de los campos nazis, y eran presos comunes o asociales. Los españoles llevaban un brazalete con una R y una S (Rot Spanier - Rojo español), y los franceses se diferenciaban por una raya blanca pintada sobre la costura de las perneras del pantalón.

A principios de 1.942 llegaron los primeros prisioneros soviéticos. Fueron los únicos que conservaron sus prendas de orígen, con las que eran localizados fácilmente. Fueron el blanco preferido de los SS, y muchos murieron de forma atroz.

Por Aurigny pasaron unos 1.500 franceses, varios miles de soviéticos y unos 500 españoles.

Según el testimonio de Manuel Izquierdo, El 25 de julio de 1.941 unos 1.400 españoles fueron embarcados en el campo de Argèles-sur-Mer, a los que se sumaron otros 600 procedentes del campo de Rivesaltes. Tras atravesar la línea de demarcación, el convoy se dirigió al campo de Saint-Pierre-de-Quilvignon, donde se encontraban miles de esclavos de otras nacionalidades empleados en las fortificaciones del "Muro del Atlántico".
Ante las evasiones que se producían a diario, individuales y en grupo, llovían las amenazas y los castigos, y como los que más destacaban en estas "desapariciones" eran los españoles, se centró sobre ellos la "gran represalia", 300 de ellos fueron designados para ir a Alderney, y de éstos, 3 escaparon por el camino, por lo que el 3 de febrero de 1.942 llegaron al campo de Norderney 297 españoles.
Poco después, llegaban a la isla unos 3.000 soviéticos ucranianos, casi todos menores de edad, y empezaron las obras militares en la costa que se convirtieron en un infierno por los malos tratos, el hambre y la miseria.
Un tiempo más tarde, llegaron prisioneros de otras nacionalidades, más soviéticos, y otros 66 españoles.

Los alemanes tenían pensado emparedar en una especie de fosa común, llamada "el túnel", a los prisioneros, en caso de rebelión o desembarco aliado, y al no tener cámaras de gas ni hornos crematorios en este campo, a los muertos por epidemias por falta de agua potable (sobre todo Tifus), los emparedaban ahí. Otros presos fueron enterrados en zanjas comunes y quemados con gasolina, lanzados al mar para que se los comieran los tiburones, o metidos en las hormigoneras y diluidos en el mortero.

Norderney dependía de la administración de Neuengamme, cerca de Hamburgo, que era el campo principal, cuyos presos habían sido cedidos por la administración SS a una empresa de Coblenza, que, a su vez, los subarrendaba a los servicios militares alemanes, sobre todo a la Organización Todt y a la marina de guerra.

Según Manuel Izquierdo, la mole rocosa de la cantera había sido puesta al descubierto tras apartar la tierra de los alrededores. De ella extraían los bloques que eran cargados en los trenes para ser llevados a las trituradoras, donde se convertían en grava.
Las hormigoneras tragaban cemento y grava a toda marcha, y la mezcla se vertía en los encofrados de las fortificaciones o de los refugios subterráneos. 
Trabajaban 12 horas diarias, cubriéndose con sus propias ropas, y cuando las tenían usadas y el calzado roto, tenían que usar un saco y andar casi descalzos.
En el camino a la cantera, los presos cogían la hierba y se la comían en el momento.

Los españoles consiguieron hacerse con un aparato de radio, y gracias a ello mantenían su moral, escuchando las noticias de Radio Londres.

El 7 de mayo del 44 se recibió la orden de evacuación del campo, y los prisioneros debían ser trasladados a Neuengamme vía Francia. Desde Cherburgo hasta Lille y Hazebrouck, un gran número de presos consiguieron escapar de los trenes ayudados por los ferroviarios, y los que fueron capturados de nuevo, algunos fueron fusilados en el acto, y el resto, fueron internados en los campos de Boulogne-sur-Mer (Francia), y Dixmude (Bélgica).

Los últimos presos que salieron de la isla lo hicieron la noche del 26 al 27 de junio, recién liberada Cherburgo. En Aurigny solo quedaron 20 republicanos españoles que tenían "trabajos especiales". Los presos fueron llevados a Guernesey donde permanecieron dos días, y de allí a Jersey, siendo evacuados a primeros de julio hacia el puerto bretón de Saint-Malo. 

Uno de los barcos que transportaba prisioneros, el Minotauro, fue alcanzado por varias bombas lanzadas por los aviones y se hundió, por lo que la mayoría de los presos murieron ahogados o bajo la metralla.

El 10 de agosto de 1.944, los republicanos españoles fueron encerrados en la bodega de un barco que les trasladó a la isla de Jersey, y allí, en Fort Régent, se reunieron con otros deportados a quienes se les había encomendado realizar varias destrucciones en el puerto de Saint-Helier. El almirante de la isla la rindió el 8 de mayo de 1.945, y este grupo de prisioneros fue liberado el 9 de mayo, 24 horas después de concluir en Europa la 2ª Guerra Mundial.

Bibliografía: El holocausto de los republicanos españoles (Eduardo Pons Prades); Ed. Belacqva

"La esclavitud es una condena, tanto para el dueño como para el esclavo, para el esclavo es la condena de su vida y para el dueño la de su alma."  - Anónimo
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Campos Cosmopolitas de refugiados en Francia e intelectuales alemanes.

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En Francia, además de los refugiados judíos, alemanes, austriacos y centroeuropeos, había también refugiados del antifascismo europeo.
Los emigrados políticos eran de varias tendencias, aunque la mayoría estaban inscritos en el Partido Comunista francés, que había organizado los grupos de lengua, además de contar con una amplia experiencia con los emigrados económicos, a través de la MOI (Mano de Obra Inmigrada).

La llegada al poder del nazismo y los acontecimientos internacionales de 1.934 fueron un catalizador del movimiento antifascista, que sin duda había contribuido al triunfo del Frente Popular de León Blum en 1.936 y que se radicalizó a raíz del golpe de estado contra la España Republicana.

La creación de las Brigadas Internacionales fue recibida con euforia, y en ellas se alistaron unos 5.000 alemanes y austriacos antinazis. La derrota republicana dejó sin protección legal a los combatientes de las Brigadas Internacionales que no habían podido regresar a sus países, y todos ellos compartieron el destino de los republicanos.

Una vez Francia declara la guerra a Alemania se produce un doble fenómeno: el alistamiento de muchos emigrados políticos al ejército francés y el confinamiento de los comunistas extranjeros y de muchos refugiados apátridas (catalogados de elementos peligrosos para la defensa nacional o la seguridad pública) en los campos de concentración del sur, vaciados de la mayor parte de españoles y ahora germanizados, con más de 17.000 alemanes internados a finales de septiembre de 1.939, entre los cuales se contaban intelectuales como Golo Mann, Walter Benjamin, Lion Feuchtwnger y Marx Ernst, que realizó su dibujo "Los Apátridas" en el campo de Les Milles (Aix-en-Provence) el mismo año.

Los primeros exiliados alemanes, instalados en Francia desde años atrás, contemplaban con impotencia y consternación el panorama político europeo, sumidos en el desconcierto de ser tildados como enemigos desde la declaración de guerra de Francia a Alemania. Su esperanza de que las libertades francesas nunca se verían contaminadas por la salutación fascista fue vana. Era un amplio espectro de gente, a la búsqueda de visados y papeles, a la espera de permisos para pasar a Marruecos o a España y a merced de la benevolencia de algún funcionario, que veía hundirse sus esperanzas en la romántica idea de la Francia defensora de los derechos humanos.

La angustia por su situación explica que muchos llevasen siempre una dosis venenosa letal, con la que se suicidaron, entre otros Walter Benjamín y Walter Hasenclever.

A partir de 1.941, los campos se convirtieron en instrumentos de la política represiva de Vichy, y la construcción de sus edificaciones mostraban su voluntad duradera. En ese mismo año se erigieron los de Drancy y el de Noé.

El de Noé junto al de Rècèbou, era considerado el menos duro, debido a que en él había mayor orden y limpieza, menos guardianes y una disciplina menos rígida.

El Ministerio de Interior, en febrero de 1.941, quiso convertir el de Noé en un hospital para alojar enfermos, ancianos y personas débiles y muy graves, e instaló un recinto para los tuberculosos. En diciembre de ese mismo año, fue cerrado por falta de medios y resultados.

La clasificación de las enfermedades crónicas de los internados en la enfermería de Noé, a mayo de 1.941 era:

Entre los intelectuales internados en los campos, estaba Walter Hasenclever, que fue un escritor alemán nacido en Aquisgrán en 1.890, que estuvo en contacto con el movimiento expresionista alemán. Tras saborear en Berlín el éxito de sus primeras obras teatrales, viaja por Europa hasta instalarse en París. En los años  inmediatos a la subida de Hitler al poder trabajó en Berlín en cine y radio, pero anticipándose a los cambios, sacó del país su biblioteca, salvándola de la quema, después de ser declarado por los nazis escritor proscrito. Una vez en el exilio, también le catalogaron como peligroso y le retiraron la nacionalidad alemana, pero esto no impidió que el hecho de ser alemán le valiera su internamiento en Fort-Carré, y una vez consumada la ocupación de Francia por los nazis, en el campo de Les Milles, donde se suicidó el 21 de junio de 1.940 ante la inminencia de su traslado y el de sus compañeros, intelectuales, a los campos de exterminio.
 
Entre la liberación de Hasenclever de Fort Carré y su nuevo y definitivo internamiento en el campo de Les Milles, escribe "Olvidados", donde describe, en el estilo expresionista que caracterizó a los de su generación, el microcosmos de un mundo cerrado, cargado de malos presagios, donde los personajes, despojados de todo contacto con la realidad, descubren la generosidad y la miseria del hombre enfrentado a la incertidumbre de su destino. 
 
Fragmento de Olvidados:
"Durante la noche las tropas alemanas invadieron Polonia. Por la mañana el Führer de todos los alemanes anunció el hecho consumado a los representantes de diferentes países reunidos con carácter de urgencia. Comenzaba el derramamiento de sangre.
No es necesario reproducir las crónicas de la historia. El individuo, en su impotencia, sólo puede escribir sobre su propia reacción. Percibe la conmoción cósmica en su pequeño entorno [...].
Veo cómo los padres e hijos de mi vecindario acuden corriendo al cuartel. Salen de sus campos de claveles, sus huertos, sus garajes. La vieja campesina se oculta en el establo. No quiere que la vean llorar. El señor Marius, mi casero, se incorpora a la armada. Hace decenios que estas gentes viven en sus tierras. Con su trabajo arduo han conseguido hacerlas fértiles. Me han enseñado a criar conejos y a cultivar patatas. Formo parte de su gran familia [...].
Comienzo a sentir una vergüenza atroz. Aun cuando los criminales me hayan retirado la nacionalidad, al fin y al cabo nací en Alemania. No podemos olvidarlo [...].
Sentados en el jardín quizás por última vez, en ese primer día de guerra, en aquel entorno apacible rompo a llorar. Sin consuelo. Sin esperanza.
Nosotros, los desterrados. Nosotros, los apátridas. Nosotros, los proscritos."
"Los Campos de Concentración Nazis. Palabras contra el Olvido", Rosa Toran - Ed. Península.
Fuente y más información sobre "Olvidados": Ediciones Barataria.
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El Exilio Republicano en Imagenes. - 3 parte.

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Con este vídeo, terminamos con las imágenes de la Colección de postales Chauvin:
Hay ciertos viajes de los que solo a la vuelta se comienza a saber. Para mí, desde esa mirada de regreso, el exilio que me ha tocado vivir es esencial. Yo no concibo mi vida sin el exilio que he vivido. El exilio ha sido como mi patria, o como una dimensión de una patria desconocida, pero que una vez que se conoce, es irrenunciable.

Maria Zambrano.
" Mi exilio está plenamente aceptado, pero yo, al mismo tiempo, no le pido ni le deseo a ningún joven que lo entienda, porque para entenderlo tendrá que padecerlo, y yo no puedo desear a nadie que sea crucificado." - María Zambrano.
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El Exilio Republicano en Imagenes. - 2 parte.

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Continuamos con el segundo vídeo de imágenes de la Colección de postales Chauvin:
Cuando se habla -y se lee- sobre el exilio y los exiliados de la última guerra civil son casi siempre unas cuantas decenas de nombres los que se barajan, precisamente los de las personas que por su situación socio-política o socio-profesional habrían de ver atenuados en buena parte los rigores del exilio. En cambio, a esos miles y miles de españoles de tropa, que por muchos títulos son el verdadero sujeto del exilio de la guerra civil, suele despachárseles en unas pocas líneas o unas pocas cifras, las más de las veces, además, equivocadas.


"Lo decisivo es ser fiel, aquí o allí, a aquello por lo que un día se fue arrojado al exilio. Lo decisivo no es estar, acá o allá, sino cómo se está." - Adolfo Sánchez Vázquez.
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El Exilio Republicano en Imagenes. - 1 parte.

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Oscar Velázquez me ha hecho llegar las fotos de la Colección de postales Chauvin, de los Archivos departamentales de Perpignan, para compartirlas con todos los lectores del blog, por lo que desde aquí, nuevamente Oscar, GRACIAS!!!.

El "Fond Chauvin" es una serie de fotografías sobre los exiliados republicanos desde su llegada a Francia, que comprende las distintas etapas que ya hemos ido viendo a lo largo de este blog, y las que aún no hemos visto, la retirada, la construcción de los campos de refugiados, los puertos, los pasos fronterizos, etc.... y como "una imagen vale más que mil palabras", con esta serie de vídeos podemos ver de forma más realista lo que hasta ahora hemos leído:
"Y entonces el exiliado descubre con estupor primero, con dolor después, con cierta ironía más tarde, en el momento mismo en que objetivamente ha terminado su exilio, que el tiempo no ha pasado impunemente, y que tanto si vuelve como si no vuelve, jamás dejará de ser un exiliado." - Adolfo Sánchez Vázquez.
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Testimonios: la vida en los campos de refugiados.

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El gobierno francés, intentando evitar conflictos con el régimen franquista, se puso como objetivo vaciar los campos de refugiados.
Algunos refugiados volvieron a España a pesar de la amenaza de represión (aproximadamente un tercio), y otros intentaron conseguir documentación y subsistencia en tareas agrícolas, mientras las organizaciones políticas del exilio empezaban a tramitar las salidas hacia países de acogida, de las que se beneficiaron muy pocos, hasta que las autoridades francesas decidieron crear unas obligaciones para todos los apátridas y extranjeros: las Compañías de Trabajadores Extranjeros, los Regimientos de Marcha, y la Legión Extranjera.

Al principio los alistamientos fueron minoritarios, y los campos seguían siendo el alojamiento para la mayoría, mientras las familias que aún permanecían unidas intentaban encontrar formas de subsistir a lo largo del país, hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial, y los alistamientos a las CTE se generalizaron.

Los campos de las colonias francesas en África también recibieron numerosos republicanos españoles, unos 20.000 en distintas fases, que llegaban desde Alicante o Cartagena en barcos con destino a Oran, la costa de Argelia, o Túnez.

Una misión internacional, designada por la Conferencia Internacional de Solidaridad con los Refugiados Españoles, reunida en París, visitó los campos del norte de África en mayo del 39, y el doctor Weissman-Netter decía en su informe: "Carecen de todo... y con el calor que deben soportar podemos afirmar que ningún hombre podrá resistir esas condiciones. Están abocados a la desesperación, a la enfermedad y a la muerte".

Las tripulaciones fueron reagrupadas en un campo al sur de Bizerta, y una parte regresó a España.

Una vez rendida Francia, la Comisión Alemana del Armisticio decidió enviar españoles y ex brigadistas a los campos norteafricanos para trabajar en muy duras condiciones en la construcción del ferrocarril Mediterráneo- Níger, en un Regimiento de Trabajadores Extranjeros.

Una de las cláusulas que los ocupantes impusieron al tratado de armisticio fue la entrega a la policía alemana de los enemigos del Reich, entre ellos, los refugiados republicanos españoles que, si conseguían llegar a la zona no ocupada, tenían que empezar de nuevo la búsqueda de papeles, trabajo, etc... con el fin de evitar un nuevo internamiento en los campos del sur del país.

Eulalio Ferrer:
"En el campo de Argèles -sur-Mer encuentro fortuitamente a mi padre, y la idea que tenía de fugarme se quedó en idea porque mi padre, un antiguo socialista, un "pablista" como él se llamaba, me dijo: "no me dejes porque aquí come el más fuerte y yo llevo tres días sin comer. Nos tiran el pan a voleo y el más fuerte es el que se lo lleva...". En cuanto a las condiciones del campo, pues era el campo libre. Era playa, playa húmeda. Con los Pirineos orientales a un lado. Mes de febrero, fríos, con esos vientos cortantes...Entonces, el dormir allí...pues...era una proeza. Una proeza que nos llenó de piojos porque como nos juntábamos unos a otros para prestarnos calor...pues entonces eso criaba piojos y teníamos piojos. Y además teníamos que hacer nuestras deposiciones en la misma orilla de la playa, y se les ocurrió a los franceses en lugar de aljibes, en aquellos días, poner unas bombas que extraían y depuraban, teóricamente, el agua del mar. Y lo que extraían eran nuestros propios detritus y claro, la cantidad de gente que murió de disentería fue enorme...Uno podía encontrarse a las dos de la mañana, frente a un barracón, a un señor vestido con esmoquin y con una chistera, tocando el violín y diciéndonos, al final, a los que nos acercábamos: "mañana los espero en el Liceo de Barcelona".

Sixto Úbeda:
"Cuando llegamos al campo de Saint-Cyprien no había viviendas para alojarnos, y teníamos que dormir sobre la arena, y los que teníamos una manta teníamos esa suerte para poder tumbarnos y poníamos debajo papeles...Allí morían los que tenían más de cincuenta años, pues no podían aguantar las calamidades, las vicisitudes, la intemperie, el frío...Cada día enterrábamos a una pila de ellos en el cementerio que estaba enfrente del campo... Nos guardaban los senegaleses, los argelinos, los somalíes. Allí nos daban de comer un pan de dos kilos para veinticuatro personas, y tocábamos a dos sardinas. El agua que bebíamos era de las bombas artesanas que filtraban del mar y la descomposición del vientre era algo terrible, la gente tenía que correr a la orilla del mar a hacer sus necesidades y entonces nosotros gritábamos: "¡A la playa!, ¡A la playa!". El humor no lo perdimos nunca."


Joan Escuer Gomis:
" En este campo (Septfonds), permanecí desde el día 18 de octubre hasta el 14 de febrero de 1.940, en que me incorporé a la fuerza a una Compañía de Trabajadores Extranjeros, la 218, destinada a Saint Medar-en-Jalles, en las afueras de Burdeos. En esta compañía estuve hasta el 24 de junio de 1.940. Dado que las tropas de ocupación alemanas se encontraban a pocos kilómetros de esta capital y yo no quería caer en las garras de los nazis, cogí el tren por mi propio riesgo, dirección a Toulouse; al llegar a esta capital, los gendarmes franceses, a todos los republicanos españoles nos hicieron bajar del tren y nos concentraron en el campo de fútbol de Toulouse. El día 27 de junio nos trasladaron al campo de concentración de Bram y el día 29, dos días después, otra vez nos internaron en el campo de Argelers.
En este campo estuve hasta el 18 de octubre de 1.940, en que fui incorporado al 142 Grupo de Trabajadores Extranjeros y destinado al campo del ejercito francés ubicado en Rivesaltes(*) hasta el 8 de mayo de 1.941, cuando, a petición propia, fui trasladado al 641 Grupo de Trabajadores Extranjeros a Saint-Aistier, a 18 kilómetros de Perigueux, donde estaba mi hermano Enric y al que quería unirme.
El día 16 de septiembre de 1.941, un grupo de españoles fuimos entregados a las autoridades nazis y enviados a Saint Nazaire (Loire Atlantique) para la construcción de la base submarina. Estuve internado en el campo Franco hasta el 4 de julio de 1.942, en que la Gestapo me arrestó.
A partir de aquí ya es otra historia".

Eduardo Ferri (en el Tribunal Militar de Argelia que juzgó a los verdugos de 40 campos):
"Llegamos a las 11 de la noche al campo. Apenas habíamos puesto los pies en el recinto cuando una docena de vigilantes armados de bastones nos apalearon salvajemente. El sargento-jefe Dauphin, que reemplazaba al jefe de campo, ayudado por el vigilante Riepp, nos apaleó a todos.
El trabajo era rudo. Consistía en transportar ladrillos de 15 kilos y volver a recoger otro, todo ello a paso gimnástico. Más duro era cuando tocaba transportar el agua: consistía en recipientes de 80 litros que tenían que llevar dos hombres. Las paradas estaban fijadas de antemano. Toda infracción era sancionada con celda de castigo. En ellas te sometían al régimen de pan y sopa cada cuatro días más el apaleamiento diario por parte de los vigilantes Riepp y Durmanoff en presencia del sargento-jefe Dauphin.
Cuatro detenidos que traían del campo Kenadza fueron apaleados delante de todo el efectivo del campo por la fuga, durante el traslado, de un quinto prisionero. Dos de ellos murieron al día siguiente y el español Ruís Quenane, desfigurado y en estado gravísimo, fue enviado al hospital de Aïn-Sefra, donde necesitó dos meses y medio para reponerse.
A partir de septiembre de 1.942, el régimen de disciplina se endurecía. Ir a buscar leña, a paso gimnástico, después de la comida. Acostarse en el suelo y levantarse repetidamente a toque de silbato, durante bastante tiempo y en pleno calor. A un español le rompieron la mano de un bastonazo y al alemán Mitchaëli le fracturaron un brazo de la misma forma. El español Navarro consiguió fugarse con otro compatriota. Aprehendido el primero fue llevado de nuevo al campo, donde le apalearon hasta matarlo. Francisco Pozas Oliver, Francisco Loredo Ruíz, y el conocido por Kataba y otros más murieron como resultado de palizas."

Pilar Claver:
"El campo (Angulema) ya estaba definitivamente formado por varios barracones. Había muchos hombres que no sabíamos de dónde procedían. Algunos, escapados de otros campos o de compañías de trabajo. Estábamos rodeados de alambradas, con las puertas vigiladas por guardias. Para poder salir a trabajar necesitabas un salvoconducto. Allí no teníamos ninguna comodidad, ni higiene ni nada. Nos teníamos que lavar en una especie de abrevadero al aire libre.
Allí nos encontrábamos unas doscientas personas cuando aquella parte fue ocupada por los alemanes [...]. Un día llegaron los alemanes, hicieron un registro del campo, todos estábamos muertos de miedo. Fue en aquel momento cuando se llenó el campo. Todos los españoles huían con la desbandada del ejército francés y allí venían porque se encontraban otros compatriotas buscando amparo y cobijo.
Por un tiempo nos dejaron tranquilos.
Los alemanes pronto empezaron a reclutar hombres para el trabajo, y a las mujeres nos sacaban para el trabajo doméstico de las casas, que es a lo único a lo que teníamos derecho, a hacer de esclavas [...]."

(*) Os recomiendo esta entrada sobre Rivesaltes, de Oscar Velázquez. 

Bibliografía: Los Campos de Concentración Nazis, Rosa Toran (Ed. Península), El Exilio Español, J. Martin Casas y P. Carvajal Urquijo (Ed. Planeta)
"Enterradme en España cuando muera (¡por caridad, hermanos, en mi España!), si herido de su amor, en tierra extraña, desangrado en suspiros, me muriera" - Alfonso Vidal y Planas.
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Testimonios: exilio, llegada a Francia y campos de refugiados.

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El 27 de enero de 1.939 se abría la frontera para la población civil española y para unos 100.000 soldados heridos, y el 5 de febrero, se autorizaba a las tropas republicanas a cruzar a Francia.

En dos días, la mayoría de los soldados pusieron rumbo al país vecino, dejando por el camino el material militar que era confiscado, además de los objetos de valor que llevaban, de los que muchos gendarmes, aprovechando los cacheos, se apropiaban.

Francia, sobrepasada y no preparada para la avalancha humana que se le vino encima, concentró a los exiliados en campos de concentración improvisados por el sur del país. La población civil era seleccionada en los campos de control de Le Boulou y Bourg-Madame antes de ser repartida por territorio nacional, y los soldados fueron reagrupados en los campos de Argelers, St. Cebrià y Barcarès, playas superpobladas donde intentaron, casi sin medios, sobrevivir a un duro invierno, y donde en el mes de abril habían fallecido ya 15.000 republicanos.

Mariano Constante:
"[...] Nuestro camión avanzaba lentamente a causa de las destrucciones en la carretera, los vehículos abandonados, los animales errando de un lado para otro. Durante toda la ascensión al puerto de Tosas trotaban por mi cabeza los recuerdos y la terrible pesadilla que desde hacía más de dos años y medio vivíamos los españoles [...].


Cuando llegamos a la vertiente que va hacia Puigcerdà, el avance de nuestro camión era casi imposible, tanta era la muchedumbre de fugitivos que intentaban alcanzar la frontera francesa. Militares y civiles mezclados, ancianos, mujeres, niños, soldados heridos perdiendo su sangre, inválidos con miembros amputados, caminaban lentamente, algunos -los más afortunados- montados sobre un mulo o sobre una carreta tirada por un borrico. Era un espectáculo en verdad descorazonador. Hicimos subir a nuestro camión a un grupo de inválidos y nosotros terminamos el trayecto a pie [...].

En Puigcerdà cargamos todo nuestro material de oficinas en un camión y esperamos la orden de entrar en Francia. Durante todo el día ayudamos a evacuar heridos y civiles y, en ciertos momentos, bajo la metralla de los aviones. Al atardecer recibimos la orden de ponernos en marcha con nuestros camiones, colocándonos en la larga fila de vehículos de todas clases que avanzaban lentamente hacia Francia con el ronroneo de sus motores cubriéndolo todo."

Lluís Ferran de Pol:
"Otra vez el frío amanecer, el blanco polvo de la escarcha sobre las mantas y los miembros entumecidos.
Se enciende fuego y se prepara un poco de leche. Y enseguida a andar. Esta vez es por poco tiempo. A unos kilómetros encontramos unos vastos arenales. Aquí y allá marismas. Pronto vemos cabañas aisladas. Son de junco y paja y están inclinadas hacia el sur, pues el mistral nunca deja de soplar e impone su rumbo a todo lo débil. En algunas de estas pobres cabañas asoman rostros de mujeres que nos miran extrañadas. Antes, estas soledades frente al mar eran solo suyas. Ahora, venimos nosotros a compartirlas.

Largas columnas de hombres van llegando. Los gendarmes tienen cuidado de separar a las últimas obstinadas. Hicieron su camino con los hombres, confundidas con ellos, y ahora son separadas. Este no es lugar para mujeres- explican algunos gendarmes mientras los senegaleses cumplen las duras órdenes de separación.
Este no es un lugar para mujeres, ni para hombres, ni tan solo para bestias, añadirá pronto nuestra experiencia.

Hoy es un día radiante. La mañana está despejada y en el cielo flotan nubes blancas de contornos rotundos. Los senegaleses son más negros contra este cielo azul y blanco. Están alineados a nuestra izquierda para que no escapemos hacia los campos y las montañas lejanas. Lejos, dominándolo todo, está el blanco Canigó como un montón de plata derramado desde el cielo. A nuestra derecha solo arena y, más allá, el mar infranqueable.

De pronto nos hallamos ante unas alambradas que cercan el campo. Entramos por una ancha puerta en la que unos negros, bayoneta calada, montan la guardia. Andamos por este cercado, atónitos. No queremos creer lo que ven nuestros ojos. Nos ha entrado miedo de afrontar la realidad. Y miramos aterrados estas dunas, estas ondulaciones de desierto que van a perderse en el mar. Una especie de juncos y una hierba baja y seca son toda la vegetación de este lugar horrible. No hay ni una cabaña, ni un pequeño refugio contra el viento que empieza a soplar. Vamos de aquí para allá buscando un lugar. Pero es inútil. Es preferible abrir las manos, soltar nuestros fardos y tendernos como bestias. Vamos cerca del mar, junto a las alambradas. Y nos derramamos sobre nuestros sacos.

En el otro lado de la alambrada, tras un pequeño parapeto de arena, un negro tiene emplazado un fusil ametralladora. El senegalés está echado tras su máquina y nos vigila con ojos atentos. El cañón del arma está paralelo a la alambrada. Cualquiera que salga puede ser barrido. Todo este aparato bélico resulta grotesco. Somos un pobre rebaño agotado que sólo ansía un poco de descaso. Sobran los africanos en actitudes marciales. Un poco de agua con que lavar nuestros pies hinchados por la caminata absurda, algún alimento que nos reanime, si no es pedir mucho unas tablas que defiendan nuestro rostro de la arena que nos hiere: todo lo demás es una inútil bravata militar.

A mediodía vienen soldados franceses. Se llevan los caballos que han entrado con nosotros. Hasta ese momento no hemos comprendido bien que vamos a estar aquí mucho tiempo. La vista de los pobres animales que pacían a nuestro lado nos hacían sentirnos un poco nómadas. Parecía que, descansados hombres y bestias, íbamos a marchar de nuevo campos adelante. Pero la última apariencia de campamento gitano ha desaparecido. No somos más que unos prisioneros y hay que acostumbrarse a la idea. Ya no hay en nosotros nada de caravana romántica: cercos de alambre espinoso bordean nuestros caminos infranqueables, los árboles de los caminos se han mutado en desnudos filos de bayoneta. Este será por mucho tiempo nuestro paisaje: aceros erectos y flores de púas. Empieza nuestro lúcido sueño sobrerrealista [...]."

Miquel Serra Grabulosa:

En el último tren solo quedábamos nosotros [...]. Y ahora qué hacemos [...]. ¡Vámonos todos juntos!. Nos transportaron hasta Agde, en el interior de Francia. Llegamos y allí no había campo ni nada [...] y toda aquella expedición lo montamos. Vimos allí verdaderas montañas de madera. El primer campo lo construimos nosotros, o sea, las barracas. Estábamos en la F-3. Después de aquel campo pidieron voluntarios para un segundo campo [...]. Y venga a llevar gente y más gente. Después aún hicimos un tercer campo. Trabajábamos porque así teníamos más comida. En Agde estuvimos seis o siete meses. Cuando llegamos al campo, estaba rodeado de alambradas, y por el exterior patrullaban los negros senegaleses. Allí se formó un equipo de fútbol y jugábamos barracones contra barracones. Allí se puede decir que acabamos con los piojos, porque los piojos se nos comían vivos. Cada día, ropa hervida en un pozal que requisamos, y venga a hervir agua y a hacer deporte [...].

Otilia Castellví:

Estábamos en el campo de concentración de Argelers. Una mujer que estaba en la barraca de los gendarmes, que era española pero ayudaba a los que nos encerraban, nos dijo que teníamos que buscar refugio en alguna de las barracas que había por allí. Entonces nos dimos cuenta de que, efectivamente, esparcidas por aquel arenal, había algunas barracas. Fuimos a ver una, la que nos pareció más nueva, pero salimos enseguida, pensando que justo esa era la peor, o que aún no había sido terminada. Probamos otra, y otra [...]. todas eran iguales. Cuatro paredes de madera mal ajustada, tan solo con una puerta y sin ventanas. La verdad es que ventilación tenían más que suficiente, ya que los agujeros y las rendijas dejaban entrar libremente el aire, la luz, la arena y la porquería [...]. La misma arena tenía que servirnos de mesa y de cama. Pero si bien no había mobiliario que nos molestara o nos diera servicio no faltaban las personas. Todas las barracas estaban llenas de mujeres y niños con sus correspondientes bultos y maletas.

"El exilio es parte de mí. Cuando vivo en el exilio llevo mi tierra conmigo. Cuando vivo en mi tierra, siento el exilio conmigo."- Mahmud Darwish
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Teresa Lasheras y Basilio Mene, una pareja que sobrevive a cárceles y campos de concentracion (2 parte).

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Basilio Mené:

Basilio Mené Cáncer nació en Alcubierre (Huesca), el 22 de marzo de 1.899.

Buscando un mejor futuro, se traslada a Barcelona donde encuentra trabajo en una empresa de cableado eléctrico, y allí fragua su amor con Mª Teresa Lasheras.

La pareja vive con ilusión el advenimiento de la República, y tras el golpe del 18 de julio, se alistan en el Partido Comunista ejerciendo una militancia muy activa, y defendiendo el bando republicano durante la Guerra Civil.

Al finalizar la Guerra Civil, Basilio se dirige a Francia junto con Mª Teresa, siendo internado al llegar en el campo de Saint-Cyprien, donde, junto al resto, solo encontró alambradas, playas desnudas y el trato vejatorio de los guardias. Para poder salir del campo, se alistó en la C.T.E. nº 172, siendo enviado a una base militar polaca cerca de Burdeos, donde trabajó hasta la invasión alemana.


Cuando las autoridades de Vichy crean los Grupos de Trabajadores Extranjeros, Basilio es enviado a Rouen, en Normandía, donde es empleado en una cantera por la iniciativa de un empresario español que trabajaba para los nazis.

Cuando se entera de que Mª Teresa ha sido enviada a Gardanne, decide ir a su encuentro, con lo que cruza la “Línea de Demarcación” (frontera que separaba las dos Francias) en un difícil viaje en tren. Tratar de escapar de los alemanes en aquellas circunstancias era algo muy temerario, pero aún así se subió a un tren para intentar acercarse a la Línea de Demarcación, sin ninguna documentación, y viendo que “los policías alemanes estaban muy ocupados cacheando a un grupo de muchachas” que viajaban en su vagón, no se bajó hasta cruzar la línea, dirigiéndose a Marsella en primer lugar, y ayudado por otros españoles, llegando a Gardanne y encontrándose con su mujer finalmente.

Una vez juntos, en Gardanne, Basilio entra a trabajar en una mina como picador de fondo para obtener la documentación sin demasiadas formalidades, y al poco tiempo reemprenden la lucha antifascista, entrando en contacto con la Resistencia, y participando activamente en labores de distribución de propaganda antinazi, organización de huelgas, y toda clase de sabotajes.

En octubre de 1.943 Basilio es detenido por la policía de Vichy, en una redada en la mina, en posesión de algunos impresos comprometedores, y, con el fin de avisar a sus compañeros de su detención para que pudieran huir, en uno de los traslados, Basilio se tiró debajo de un camión para organizar revuelo entre los mineros. La policía, pensando que era un intento de fuga le disparó hiriéndole en las piernas, pero Basilio logró su objetivo puesto que mientras lo atendían en la acera, logró contactar con un español que se le acercó y le pudo informar para que avisara a todos los compañeros que corrían peligro por la documentación que guardaba en su casa.

Tras unos duros interrogatorios de la policía en Marsella en los calabozos de la Prèfecture, seguidos de los de los servicios especiales antiterroristas que casi le desollan vivo, y después de pasar un mes en la enfermería de la prisión Aix-en-Provence, fue trasladado a Lyon, donde fue procesado junto a otros españoles, sin estar presentes ante el juez, y como él dijo: “…debimos ser condenados a muerte, puesto que, una mañana de abril de 1.944, nos sacaron de la cárcel de Lyon a cerca de 800 presos, nos metieron en vagones de mercancías y nos llevaron al campo de Dachau. En lugar de fusilarnos habían preferido vernos morir lentamente”.

Una vez en Dachau, estuvo en la barraca 19, la de cuarentena, y tras el desembarco del 6 de junio del 44 por parte de los aliados en Francia, es trasladado a un Komando, el de Kente, para trabajar con otros presos soviéticos y polacos, desescombrando las zonas bombardeadas, tarea muy peligrosa puesto que, a la falta de comida, había que sumarle que mientras estaban desescombrando los aliados seguían bombardeando, y los SS remataban a los heridos, por leves que fuesen.

En el Komando Kente, tenían como kapo a un ex brigadista internacional que procuro ayudar a los prisioneros, en especial a los españoles, y que les informó de una conversación que había escuchado a los oficiales de la SS en la que decían que, ante el avance aliado, si no podían evacuar el campo, exterminarían a los presos.

Cuando los españoles del komando vieron a los SS evacuar sus pertenencias, se escaparon, refugiándose en un bosque cercano hasta la llegada de los aliados, pero su sorpresa y decepción llegaron cuando los americanos les dijeron que “no querían saber nada de ellos”, por lo que decidieron formar un “comité internacional” para tratar de atender a los enfermos y extenuados, sobreviviendo gracias a los alimentos que les daban los soviéticos, y a que algunos franceses, burlando la vigilancia americana, consiguieron ir a pedir ayuda a las unidades francesas que se encontraban cerca de allí.

Tras la liberación, Basilio logró salir de Dachau con vida, pesando 40 kilos, y regresó a Francia a primeros de mayo de 1.945, reencontrándose allí con Mª Teresa.

Establecidos en Francia, Basilio trabaja en diversos lugares, entre ellos, realizando labores portuarias, acabando antes de su jubilación trabajando como carpintero.

Una vez jubilados, volvieron a España, instalándose en Alcubierre, donde permanecieron hasta el final.

La historia de amor de Mª Teresa y Basilio resistió todos los embates de la vida, y solo la muerte los pudo separar.

Tras la muerte de Mª Teresa, para Basilio ya no tenia sentido seguir viviendo, y se dejó morir, muriendo de pena en Huesca, 7 meses después, el 25 de noviembre de 1.995 a los 96 años.


Fuentes: El Holocausto de los Republicanos Españones (Ed. Belacqva), Diario del alto aragon.
"El ruido de un beso no es tan fuerte como el de un cañón, pero su eco dura mucho mas" - Oliver Wendell Holmes
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Teresa Lasheras y Basilio Mene, una pareja que sobrevive a cárceles y campos de concentracion (1 parte).

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Mª Teresa Lasheras:

Mª Teresa Modesta Lasheras Otal, nació el 24 de febrero de 1.902 en Alcubierre (Huesca). Criada en el seno de una familia de campesinos, Mª Teresa cuenta con el empeño de su madre, lectora empedernida, por darle estudios a su hija, y acaba haciéndose maestra.

Mª Teresa se marcha a Barcelona en busca de oportunidades que le permitan una mayor realización personal, y allí comienza a ejercer la docencia en un colegio de monjas donde, tras ver el trato de favoritismo y clasista de las monjas hacia las alumnas de familias distinguidas, se reafirma su conciencia social y anticlericalismo, ideas que, además, son compartidas por Basilio Mené, a quien conoce en Barcelona y con quien fragua su amor.

Cuando estalla la guerra Civil, Mª Teresa era maestra nacional en Alcubierre (Huesca).

La pareja comienza a ejercer una militancia activa en el Partido Comunista, y se hacen afines al bando republicano.

En 1.939 cruzan la frontera de Francia, y Mª Teresa es trasladada a un refugio-albergue cerca de Paris, donde permanece hasta septiembre de 1.939, momento en el que es detenida por las autoridades francesas, acusada de actividades subversivas, y es conducida al campo de Rieucros, campo dependiente del penal de Nimes, donde las vigilantes eran mujeres enroladas en los servicios de policía de Mende.

En Rieucros, la mayoría de internas españolas eran del PCE por lo que no tardaron en organizarse clandestinamente. Hacían trabajos de cestería y zuecos de madera para su uso personal, y para calentarse acudían a por leña al bosque, pero para poder comprar algo de comida, ya que la que recibían en el campo era bastante escasa, cosían para las detenidas no políticas alojadas en barracas aisladas de las suyas, casi todas, “mujeres de la vida” que recibían comida y giros postales del exterior. Con los alimentos que compraban y los que compartían las compañeras francesas que recibían paquetes del exterior, pudo resistir el internamiento.

Para hacer frente a la desmoralización, organizaron cursillos de enseñanza general, y aprendían entre ellas francés y español.

En 1.941, el Consulado Mejicano hizo una encuesta en el campo, prometiendo a las presas la evacuación a su país solo con que presentaran la solicitud, pero como la mayoría de las mujeres tenían a sus familiares repartidos (y perdidos) por Francia fueron muy pocas las que la firmaron, pero si aprovecharon la ocasión para intentar que las trasladaran a otros lugares.

A Mª Teresa la llevaron a Marsella, y la alojaron en un hotel habilitado como casa-prisión donde tenia que fabricar alpargatas para no morir de hambre, pero podían salir siempre que respetaran los horarios y controles establecidos por la prisión.

Al poco tiempo de estar en Marsella, logró entrar a trabajar en el Unitarian Service Comitee (Organización americana de ayuda a los exiliados españoles), al lado de Félix Llanos. Los dos formaban parte del P.C.E. clandestino y organizaron la ayuda a los encarcelados en prisiones francesas, lo que provoco que la volvieran a detener y la enviaran a la cárcel de Marsella (donde también llevaron a Llanos).

Los dos compañeros se pusieron de acuerdo con su declaración, dirían que los paquetes eran solidarios y no políticos, y a pesar de las tremendas palizas recibidas de la policía de Vichy, no cambió el testimonio.

De allí, fue trasladada a Lyon, donde fue sometida a durísimos interrogatorios en los servicios especiales, pero al no conseguir ninguna declaración por su parte sobre su actividad política, la llevaron a la prisión de Aix-en-Provence, en la que permaneció un año, y donde la procesaron por “asistencia a miembros de la III Internacional”, algo que ella insistió en negar argumentando que había sido un comportamiento solidario, por “estar en contacto con combatientes republicanos españoles”, y por usar como “nombre de guerra” el nombre que tenia durante la guerra civil: Natacha.

Fue absuelta por falta de pruebas, pero le dejaron en libertad vigilada, obligándole a residir en Gardanne sin más documentación que el certificado de puesta en libertad.

Su marido, Basilio, que también estaba indocumentado, logró escapar de la zona ocupada y se reunió de nuevo con ella para afrontar juntos las calamidades que llegaran a partir de ese momento.

Enseguida reemprendieron las labores clandestinas antifascistas, que incluían la reorganización sindical de los mineros, y su casa volvió a convertirse en refugio de perseguidos, lugar de reuniones y depósito.

Su marido fue detenido de nuevo, por lo que Mª Teresa se vio obligada a dejar su casa y huir a refugiarse en la montaña, ayudada por la resistencia francesa hasta que pudo alcanzar los Alpes, donde colaboró con los franceses en todo tipo de actividades clandestinas hasta la liberación de Francia.

Una vez liberada Francia, pudo reencontrarse con Basilio, y al no poder regresar a España, decidieron instalarse allí, donde juntos, lograron superar las heridas de su paso por comisarías, cárceles, campos de concentración…

En Francia, continuaron con su vida de compromiso solidario.

Mª Teresa empezó a trabajar en la cocina y sirviendo mesas en la cantina de una empresa estatal francesa de Gas y Electricidad. Los dirigentes de esta empresa, defensores antifascistas durante la ocupación, le ofrecieron el puesto que ella quisiera, siempre de responsabilidad, pero su autoexigencia moral le impidió aceptar ningún trato preferencial. Más adelante termino como cajera en la misma empresa.

Una vez jubilados los dos, regresaron a España y se instalaron en Alcubierre, cerca de sus familiares, donde su casa siempre estuvo abierta a todo el mundo. Una buena prueba de su amplia generosidad fue la donación que realizaron para la adquisición de la sede del Partido Comunista en Huesca.

Mª Teresa era una mujer “resalada” que cantaba muy bien. Una de sus canciones favoritas era “Je ne regrette rien” (No me arrepiento de nada) cantada por Edith Piaf, y en efecto nunca se arrepintió de nada de lo que había hecho en su vida. Le encantaban las rosas rojas y los perfumes, y dejó dicho a sus sobrinos: “cuando muera quiero que nadie se vista de negro, sino de rojo encendido”.

Falleció el 20 de abril de 1.995 a los 93 años, tras una vida de compromiso en defensa de la justicia y libertad.


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Gilberto Bosques Saldivar: El Schindler Mexicano. 1

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Gilberto Bosques Saldívar nació el 20 de julio de 1.892 en Chiautla de Tapia, Puebla (México).
Le llaman el "Oscar Schindler" mexicano, porque durante la Segunda Guerra Mundial ayudó a huir de las amenazas nazi y franquista a más de 30.000 (cifra aproximada según el historiador Christian Kloyber) judíos, españoles, franceses y libaneses.

Participó en la rebelión de Aquiles Serdan de 1.910, y a partir de ahí se interesó en la política, siendo en 1.934 diputado y presidente del congreso de la Unión. En 1.939, fue nombrado Cónsul General en París, de donde salió cuando las tropas alemanas estaban a punto de tomar la ciudad, trasladando el consulado a Marsella. Su primer objetivo fue proteger a los ciudadanos mexicanos, ampliando después esta ayuda a otros grupos, entre ellos, refugiados españoles.

México rompió relaciones diplomáticas con el gobierno de Vichy a través de una nota que presento Bosques, y poco después el consulado fue tomado por la Gestapo, deteniendo a Bosques y su familia y recluyéndoles en Alemania, en un hotel-prisión de Bad Godesberg.

Resumo su testimonio, agrupando la información disponible en varias fuentes, pero principalmente en Foro Segunda Guerra Mundial y la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

Cuando Alemania invadió Francia, Gilberto estaba en París, y su familia en San Juan de Luz. Recibió por escrito facultades para instalar el consulado donde le pareciera conveniente, y huyó en dirección al sur. Se reunió con su familia, e instaló el consulado en Bayonne, pero cuando los alemanes ocuparon la zona, volvió a trasladarse, instalando el consulado en Marsella.

Tras la derrota de Francia, comenzó a ejercerse la autoridad alemana desde Vichy, y Petain se acabó sometiendo completamente a los alemanes. Bajo estas circunstancias, Bosques recurrió a medidas extremas para la defensa de los mexicanos, apoyado por completo por la Secretaria mexicana.

Como ejemplo, cuenta que el Señor Béistegui (hijo del que fuera ministro de México en París y Berlin los últimos años del Porfiriato), fue detenido y llevado a prisión sin explicaciones, recibiendo un trato muy cruel. Bosques decidió clausurar las visas para los franceses, a pesar de que el gobierno francés consideró la medida como muy grave pues esos temas se debían resolver de gobierno a gobierno o por instrucciones del gobierno a la misión diplomática, pero era un caso claramente correspondiente al consulado, por suponer el auxilio de un mexicano. Hizo todas las gestiones posibles para llegar a un acuerdo y que pusieran a Béistegui en libertad si no había cargos probados en su contra, pero al no conseguirlo mantuvo su postura de no conceder ninguna visa a ningún francés, y solo se reanudó el servicio cuando le pusieron el libertad.
 
Otro ejemplo, es el de los mexicanos de orígen libanés. En Líbano había muchos libaneses que tenían pasaporte mexicano, pero que ya habían regresado definitivamente a su país, habían renunciado incluso ya a la nacionalidad mexicana, pero en las circunstancias que acaecían, iban a El Cairo a renovar el pasaporte (la jurisdicción de Bosques llegaba hasta allí), y aun sabiendo que algunos ya no eran mexicanos, se les apoyó como si lo fueran porque necesitaban asistencia, auxilio y protección.

Algunas gestiones para el auxilio de los judíos mexicanos se iniciaron a través del Consulado General de México en Hamburgo, poniéndose de acuerdo con Alfonso Guerra, cónsul mexicano en Hamburgo.

Poco después, Bosques empezó a ampliar su auxilio a otras nacionalidades, y ante la enorme afluencia de refugiados españoles en busca de un visado para escapar a México, las medidas trazadas hasta el momento fueron insuficientes, por lo que arregló con la prefectura de Marsella el alquiler de dos castillos (Reynarde y Montgrand), que se convirtieron en recintos de asilo.

El castillo de Reynarde tenia una enorme extensión que restauró el consulado de Bosques, reparando el castillo, cultivando algunos campos y llevando rebaños. Alojaron de 800 a 850 personas que tenían todo lo necesario, y estaban protegidas. Para levantarles el ánimo, se organizó una orquesta, se montó un teatro en la bodega del castillo donde se representaban algunas obras de dramaturgos españoles, se organizaron juegos deportivos, y se montaron también bibliotecas, talleres, enfermería y lugar de exposición de arte.
En el castillo de Montgrand también hicieron arreglos. Allí había unos 500 niños y mujeres, con buena alimentación, campos de recreo para los niños, pediatras y escuela. Crearon un ambiente de recuperación mental y física para las mujeres rescatadas de los campos de concentración.

Para poder prestar toda esta ayuda, tenían 30 auxiliares empleados en las oficinas centrales, y una Dirección de Salud que estaba a cargo del doctor Luis Lara Pardo. El servicio médico tenía un cuerpo de profesionales principalmente españoles. Enviaban medicinas a los campos de concentración, y tras una autorización de las autoridades francesas daban atención médica a domicilio en hoteles y pensiones en los que había refugiados españoles, a los que además, les pagaban el hotel, y les daban una pensión acorde al número de familiares.

Por otro lado, con la ayuda de una abogado francés que había sido ministro, que a su vez, era ayudado por un cuerpo de juristas españoles, instalaron una oficina jurídica para defender a aquellos de los que el gobierno español pedía su extradición por la vía diplomática, ganando las 10 solicitudes que tuvieron que atender.

Cuando Francia comenzó a organizar las Compañías de trabajos forzados por la necesidad de mano de obra, establecieron una oficina de trabajo para colocar a los españoles que se llevaban a estas compañías. Consiguieron que las autoridades francesas aceptaran el crédito de la oficina respecto a la clasificación del trabajo cualificado, y pudieron proporcionar a muchos refugiados una ocupación que evitó que fueran enviados a las compañías de Francia y Alemania.
En los campos de concentración, los internos estaban incomunicados, y era muy difícil poder comunicarse con ellos, pero buscaban las vías adecuadas y cuando lograban sacar de los campos a una persona, una vez aceptada la autorización para que viajara a México, le trasladaban a un campo cerca de Marsella, pero como muchas veces los refugiados no llevaban fotografías para la documentación, y las autoridades francesas tenían el pretexto perfecto para enviarles de nuevo al campo de concentración, se estableció en el consulado de Bosques un gabinete fotográfico para solventarlo.

Cuando conseguían que saliera un prisionero, quedaba la labor de embarcarlo con destino a México. Los embarques se hacían en Marsella o en Casablanca (África), por lo que había que llevarlos hasta allí, algo que no resultaba fácil.

Además, se costeó el rescate, de niños, en su mayoría huérfanos recogidos en los alrededores de los campos de los que habían escapado, en muchas ocasiones con preanemia o con los pies congelados, en invierno. Crearon en los Pirineos una casa de recuperación para estos niños, donde llegaron a tener a 80, a los que les dieron cura, alimentación y recursos médicos.

Realizaron un trabajo constante que no les permitía un descanso.

Los refugiados italianos, alemanes, austriacos...eran principalmente intelectuales, por lo que Bosques pensó en aprovechar a estos refugiados para un trabajo de investigación, y contactó con muchos de ellos, con el fin de reunir datos para estudiar la situación en todos los sectores involucrados en la guerra, y se formuló un proyecto para establecer, situar y esclarecer la situación política, económica y militar de Europa, reuniendo gran cantidad de datos.

Otra situación que vivieron, y que para ellos fue digna de estudio, fue el espionaje por parte de todos los órganos del gobierno de Vichy en coordinación con la Gestapo, del que fueron objeto. Sumándose que la policía española tenía también sus agentes vigilando los pasos de los españoles que estaban bajo la protección de México, por lo que abordaron la investigación, llegando a recopilar muchas notas.
Fue un trabajo muy interesante, porque contemplaba el espionaje en un plano general, de los países totalitarios y de cada país europeo, y se extendió a EE.UU., México, y toda América Latina.

El espionaje era una gran preocupación para el consulado, y no podían bajar la guardia. Cuando trataron de auxiliar a los miembros de las Brigadas Internacionales, se presentaban espías alemanes pidiendo auxilio para una supuesta salida de Francia, con el objetivo de incorporarse al grupo de refugiados para espiarlos.
Normalmente se presentaban en parejas para cuidarse uno del otro, pero cuando vieron que esto no daba resultado, cambiaron de estrategia. Se presentaban por separado y se valían de cualquier recurso. Por ejemplo, una vez uno de ellos se presentó llevando consigo un estudio muy completo sobre México, con mapas y encuadernado, solicitando auxilio para viajar a México, pero fue descubierto como soldado alemán al despedirse porque dio un taconazo.
Para otras gestiones en los campos de refugiados españoles, y para escapar un poco al espionaje (estar alerta sobre la acción de los japoneses que les vigilaban, la policía de Franco, la Gestapo o la policía de Vichy), contaban con la ayuda de algunos civiles franceses dentro del gobierno de Vichy. Estos civiles, también les ayudaron a obtener alimentos en volumen suficiente como para asegurar la alimentación de los albergues.
Establecieron relación con algunos proveedores que les servían al por mayor aceite y harina, y administraban muy bien la comida: con lo que costaba un desayuno en Marsella, ellos daban las tres comidas del día con vino y carne.

Formaron en los albergues cuadros de clasificación, agrupando a los refugiados por oficios, que enviaron a la Secretaría de Relaciones para que en México se viera la mejor forma de emplear esa fuerza de trabajo que llegaría.

La acción diplomática en Francia era interesante, porque para las gestiones normales no funcionaban ni el derecho internacional clásico, ni el derecho diplomático, por lo que había que recurrir a principios aceptados de manera universal, como un estatuto de asilo en los dos albergues.

Lograron arreglos como el respeto de los albergues por parte de las autoridades francesas, accediendo a ellos la policía solo cuando se les autorizaba. Emplearon algunos recursos "persuasivos" con los funcionarios del Gobierno.
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Campo de Rivesaltes, Campo Joffre - Fotos de Oscar Velazquez

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De la mano de las fantásticas fotos realizadas para este artículo por mi estimado Oscar Velázquez, comienzo una nueva categoría de la que hablaros, los campos de refugiados en Francia. Gracias a su visita al campo de Rivesaltes, podemos ver su estado actual, y si os fijáis bien en las fotos, casi podemos sentir el silencio ensordecedor que acompaña a cada una.


La planificación del Campo de Rivesaltes empezó en el año 1.935 en una zona estratégica por las comunicaciones tanto por vía terrestre como ferroviaria y marítima. En 1.938, el ejército francés construye la base militar Joffre en el municipio de Rivesaltes, a unos treinta kilómetros de la frontera franco-española del Pertus, abarcando 615 hectáreas en una planicie, y en 1.939 es abierto para instruir las tropas francesas de ultramar.










Entre 1.937 y 1.938, unos 70.000 españoles se refugian en Francia. Teniendo en cuenta la evolución de la guerra civil, la consigna del gobierno es de prepararse a acoger otros 15.000. Pero de hecho son mas de 450.000 republicanos los que atraviesan los Pirineos en febrero de 1.939, con lo que 39 hectáreas fueron utilizadas, después de la victoria de Franco en la Guerra Civil española, para acomodar a los republicanos españoles refugiados en la primavera de 1.939 y, desde 1.940, para el internamiento de “personas indeseables”, como líderes del Partido Comunista. En ese momento el campo disponía de 16 islotes (denominados de la “A” a la “P”), de los cuales únicamente 9 de ellos estaban completamente equipados. La parte militar del campo permanecía operativa.


Entre mayo y julio de 1.940, los españoles sin documentación alguna, que todavía permanecían en el campo de Gurs, fueron trasladados a Rivesaltes.
Tras la firma del armisticio de junio de 1.940, Francia es dividida en dos partes, y los campos situados en la "zona libre" incluidos los Pirineos Orientales, es decir bajo control del gobierno de Vichy, pasaron a ser tutelados por el Ministerio del Interior. La Defensa Nacional puso 600 hectáreas (de las 612) a disposición de la prefectura de los Pirineos Orientales. En esos momentos la capacidad del campo oscilaba entre 17.000 y 18.000 personas, en 150 barracones.
De ellos el 55% eran españoles, el 33% judíos y el resto gitanos, opositores políticos, indigentes y "enemigos extranjeros, sospechosos o indeseables para la seguridad nacional y el orden público". 

El 14 de enero de 1.941, el régimen de Vichy, en colaboración con las tropas alemanas, convirtieron Riversaltes en un campo central de internamiento para familias con niños. Familias judías y gitanas fueron internadas en el campo, las mujeres eran reagrupadas con sus hijas, los niños de menos de 14 años de edad vivían en el campo de las mujeres, y los mayores de esa edad, en el campo de los hombres.Al no ser posible el agrupamiento, son separados en diferentes barracones. A 31 de mayo, el campo tiene 6.475 internos, de 16 nacionalidades diferentes, siendo más de la mitad de ellos españoles y más de un tercio, judíos no franceses.

Lo barracones del campo estaban acondicionados con literas superpuestas sin electricidad, y llenos de chinches. Las condiciones de vida, debido al hacinamiento, se deterioraron rápidamente. La población sufrió de desnutrición, lo que provocó la degeneración visual, ósea y dental, así como enfermedades como la disentería, fiebre tifoidea o la septicemia.
Para corregir la situación, muchas organizaciones de socorro se trasladaron al campo y, aunque sus competencias y acciones eran extremadamente limitadas por las autoridades, daban apoyo a los refugiados a la vez que modificaban un poco la estructura del campo. Así en cada islote crearon una enfermería, en la cual había un médico y dos o tres enfermeras.
Los niños recibían zapatos nuevos facilitados por las organizaciones humanitarias.
En el Islote “J” transformaron los barracones 65 (en servicios de salud) y 56 (ubicando a médicos especialistas).

El mal estado de salud causó la muerte de 128 judíos entre 1.941 y noviembre de 1.942.


Podían deambular de un lado a otro siempre que no salieran del campo.

Según Carmen Domingo, "En 1.941 en el campo de Rivesaltes,…, se obligó a las refugiadas españolas a hacer la vendimia en Francia. Para decidir quienes eran las más capaces de la tarea, se las obligaba a ponerse en fila, en barracas preparadas al efecto. Los patrones desfilaban ante ellas, y como en los mercados de esclavas seleccionaban a aquellas que les parecían más robustas o resistentes, o simplemente a las que encontraban más guapas".


En 1.942, el gobierno de Vichy cedió a las exigencias de los alemanes llevando a la adopción de diversos decretos para la segregación de los judíos y en muchos casos, su deportación a Alemania. Los islotes “K” y “F” del campo, se convirtieron en el "Centro Nacional de Concentración de Judíos de Rivesaltes”, es decir un centro de selección y tránsito de los judíos de la zona meridional hacia los campos de Francia utilizados como catapultas a los campos de concentración, como por ejemplo del campo de Drancy. 

El 26 de agosto de 1.942 comenzaron las operaciones de detenciones de judíos extranjeros en la zona meridional francesa y su reagrupación en el campo de Rivesaltes. en una parte del campo denominada "Centro Nacional de Concentración de Israelitas de Rivesaltes". En el islote “J” se trasladó a las mujeres y niños, al “F” que anteriormente había sido destinado a los trabajadores, se trasladaron a los hombres y el islote “K” fue transformado para recepción, criba y selección. Estaba prevista la detención de 10.000 judíos en 15 días. En los primeros días fueron detenidos 1.176 judíos. Una selección arbitraria (desde el 26 de agosto hasta el 20 de octubre de 1.942) decidió el destino de cada judío a su llegada al campo, elaborándose un informe detallado de cada uno de ellos con la mención "parte", "excluido" o "reservado". Entre ese periodo de tiempo pasaron por el campo 2.258 judíos, de ellos 110 niños.
Nueve convoyes partieron de Rivesaltes con dirección a Drancy, entre el 11 de agosto y el 20 de octubre de 1.942, deportando a 2.313 judíos.

El 11 de noviembre de 1.942, el ejército alemán invadió la “zona libre”, y el campo es ocupado por el ejército alemán, que lo utilizará para la instrucción de tropas.

A partir del mes de noviembre de 1.942, el campo paulatinamente va disolviéndose. La población gitana del mismo es enviada al campo de Saliers y la judía a Drancy. El resto de población no judía del campo, 986 personas (la mayoría españoles) fueron enviadas al campo de Gurs.


Desde el 14 de enero de 1.941 y hasta el cierre del mismo, el 25 de noviembre de 1.942, fallecieron 215 internos, de los que 51 eran niños.
Como consecuencia de la invasión de la zona meridional por los alemanes, el campo volvió a ser un campo militar.

Hasta su cierre el 25 de noviembre de 1.942, por el centro pasaron 19.509 personas, hombres, mujeres y niños, españoles, gitanos, checos, polacos, rusos, eslavos, alemanes, holandeses, belgas y franceses.

El ejército alemán dejó Rivesaltes el 19 de agosto de 1.944. Mientras que la parte militar del campo retoma su vocación inicial, se instaura el Centro de estancia vigilada de Rivesaltes el 12 de septiembre de 1.944, concentrando en la sección Q a los internos del cuadro de depuración. Este nuevo campo disponía de una capacidad de 1.080 internos.


El centro continua recibiendo refugiados de otros países europeos. Los españoles refugiados allí, desempeñaban los trabajos necesarios para la seguridad del centro; en enero y marzo de 1.945 llegan centenares de refugiados de diversas nacionalidades. La disolución del centro comenzó el 10 de diciembre de 1.945 y su liquidación, los primeros días de octubre de 1.946.

El ingreso de prisioneros de guerra, se desarrolló bajo autoridad militar. Agrupando a militares alemanes e italianos, este campo contó con algo menos de 10.000 prisioneros en octubre de 1.944, entre 6.000 y 7.000 hombres en mayo de 1.945, y es cerrado el primero de mayo de 1.948. Entre mayo de 1.945 y 1.946, fallecieron 412 prisioneros de guerra alemanes.

Durante la guerra de Argelia, entre 1.954 y 1.958, la zona acomodó a tropas francesas.
En 1.962, se integraba el centro de formación mayoritario para personas norteafricanas, un centro de formación profesional militar para norteafricanos y un centro de tránsito para reclutas movilizados por la guerra. Aún así, se instala discretamente un centro penintenciario para partisanos condenados por la guerra de independencia de Argelia (entre el 9 de maroz y el 18 de abril de 1.962 llegan 517 prisioneros).

Desde 1.962 a 1.976, después de la independencia de Argelia, acomodó a argelinos leales a Francia que fueron obligados a huir. En junio de 1.962 es repatriado al campo Joffre el Primer regimiento de tiradores argelinos, llevando consigo centenares de civiles, mujeres y niños. En octubre de 1.962, cera de 8.000 miembros del grupo social Harkis llegan al campo, provenientes de los de Larzac y Bourg-Lastic. En total, según los cálculos de Abderahmen Moumen, aproximadamente 20.000 personas pasaron por el campo entre 1.962 y 1.964.


En 1.963 se creó un caserío forestal para cerca de 25 familias de ancianos refugiados, cerca de un centenar de personas. El decenio siguiente vio instalarse a la mayor parte en la ciudad de Réart, construida en la comuna de Rivesaltes para poner fin a la situación de estas familias. Los últimos en abandonar el campo lo hicieron en febrero de 1977.
Otros refugiados coloniales llegaron, acompañados de civiles: de 1.964 a 1.966 llegaron al campo cerca de 600 familias de antiguos militares franceses guineanos y un pequeño grupo de antiguos militares franceses en Vietnam del Norte.

El 1.986 se funda el centro de retención administrativa para reagrupar a los resistentes españoles en situación irregular en territorio Francés, sobrepasando las 1.000 entradas anuales desde 1.994, y a finales de 2.007 se convierte en un Museo Memorial.

En la actualidad, sigue siendo terreno militar.

En 1.997, se hallaron por azar, en un vertedero de Perpiñán,  al menos 500 páginas de documentos el campo. El hallazgo fue hecho por un particular que juzgó de interés mostrarlos a redactores del diario "L'Independant". Los documentos aportaban detalles sobre el día a día del campo de Rivesaltes. Entre estos documentos figura el registro de entradas y salidas del campo, entre el 15 de abril y el 24 de diciembre de 1942, la criba entre quienes eran deportados a una muerte probable y quienes iban a permanecer en Francia o la clasificación de internados por nacionalidades.

En 2.008, el director de investigaciones del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, Denis Peschanski, afirmó: La aportación de los exiliados republicanos españoles a la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial fue "única" y debería ser reconocida públicamente. Se puso en marcha un proyecto de reconstrucción del campo y la creación de un memorial y centro de documentación del campo de Rivesaltes. Un proyecto que se prevé vea la luz en 2010 y con el que la región de Languedoc-Rousillon y el Consejo General de los Pirineos Orientales quieren homenajear a las personas que en un momento u otro pasaron por esos campos.
A los exiliados españoles pero también a los judíos, a los gitanos o a los harkis -argelinos que combatieron en las filas del Ejército francés durante la guerra de independencia de Argelia.

Actualmente, el campo está en ruinas. Tres piedras conmemorativas en la puerta de entrada conforman el memorial de la deportación de los presos judíos.
La primera de estas placas está dedicada a los judíos internados en Rivesaltes, aquellos que murieron, que fueron deportados y murieron en otros campos de concentración y exterminio.
La segunda placa está dedicada a los republicanos españoles, y la tercera a las víctimas de la guerra de Argelia.


Fotos: Oscar Velazquez

“Los refugiados son personas como todas las demás. Como tú y como yo” - Carteles de La Agencia de la ONU para los Refugiados. Comité Español
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