Gilberto Bosques Saldívar nació el 20 de julio de 1.892 en Chiautla de Tapia, Puebla (México).
Le llaman el "Oscar Schindler" mexicano, porque durante la Segunda Guerra Mundial ayudó a huir de las amenazas nazi y franquista a más de 30.000 (cifra aproximada según el historiador Christian Kloyber) judíos, españoles, franceses y libaneses.
Participó en la rebelión de Aquiles Serdan de 1.910, y a partir de ahí se interesó en la política, siendo en 1.934 diputado y presidente del congreso de la Unión. En 1.939, fue nombrado Cónsul General en París, de donde salió cuando las tropas alemanas estaban a punto de tomar la ciudad, trasladando el consulado a Marsella. Su primer objetivo fue proteger a los ciudadanos mexicanos, ampliando después esta ayuda a otros grupos, entre ellos, refugiados españoles.
México rompió relaciones diplomáticas con el gobierno de Vichy a través de una nota que presento Bosques, y poco después el consulado fue tomado por la Gestapo, deteniendo a Bosques y su familia y recluyéndoles en Alemania, en un hotel-prisión de Bad Godesberg.
Resumo su testimonio, agrupando la información disponible en varias fuentes, pero principalmente en Foro Segunda Guerra Mundial y la Universidad Autónoma Metropolitana de México.
Cuando Alemania invadió Francia, Gilberto estaba en París, y su familia en San Juan de Luz. Recibió por escrito facultades para instalar el consulado donde le pareciera conveniente, y huyó en dirección al sur. Se reunió con su familia, e instaló el consulado en Bayonne, pero cuando los alemanes ocuparon la zona, volvió a trasladarse, instalando el consulado en Marsella.
Tras la derrota de Francia, comenzó a ejercerse la autoridad alemana desde Vichy, y Petain se acabó sometiendo completamente a los alemanes. Bajo estas circunstancias, Bosques recurrió a medidas extremas para la defensa de los mexicanos, apoyado por completo por la Secretaria mexicana.
Como ejemplo, cuenta que el Señor Béistegui (hijo del que fuera ministro de México en París y Berlin los últimos años del Porfiriato), fue detenido y llevado a prisión sin explicaciones, recibiendo un trato muy cruel. Bosques decidió clausurar las visas para los franceses, a pesar de que el gobierno francés consideró la medida como muy grave pues esos temas se debían resolver de gobierno a gobierno o por instrucciones del gobierno a la misión diplomática, pero era un caso claramente correspondiente al consulado, por suponer el auxilio de un mexicano. Hizo todas las gestiones posibles para llegar a un acuerdo y que pusieran a Béistegui en libertad si no había cargos probados en su contra, pero al no conseguirlo mantuvo su postura de no conceder ninguna visa a ningún francés, y solo se reanudó el servicio cuando le pusieron el libertad.
Otro ejemplo, es el de los mexicanos de orígen libanés. En Líbano había muchos libaneses que tenían pasaporte mexicano, pero que ya habían regresado definitivamente a su país, habían renunciado incluso ya a la nacionalidad mexicana, pero en las circunstancias que acaecían, iban a El Cairo a renovar el pasaporte (la jurisdicción de Bosques llegaba hasta allí), y aun sabiendo que algunos ya no eran mexicanos, se les apoyó como si lo fueran porque necesitaban asistencia, auxilio y protección.
Algunas gestiones para el auxilio de los judíos mexicanos se iniciaron a través del Consulado General de México en Hamburgo, poniéndose de acuerdo con Alfonso Guerra, cónsul mexicano en Hamburgo.
Poco después, Bosques empezó a ampliar su auxilio a otras nacionalidades, y ante la enorme afluencia de refugiados españoles en busca de un visado para escapar a México, las medidas trazadas hasta el momento fueron insuficientes, por lo que arregló con la prefectura de Marsella el alquiler de dos castillos (Reynarde y Montgrand), que se convirtieron en recintos de asilo.
El castillo de Reynarde tenia una enorme extensión que restauró el consulado de Bosques, reparando el castillo, cultivando algunos campos y llevando rebaños. Alojaron de 800 a 850 personas que tenían todo lo necesario, y estaban protegidas. Para levantarles el ánimo, se organizó una orquesta, se montó un teatro en la bodega del castillo donde se representaban algunas obras de dramaturgos españoles, se organizaron juegos deportivos, y se montaron también bibliotecas, talleres, enfermería y lugar de exposición de arte.
En el castillo de Montgrand también hicieron arreglos. Allí había unos 500 niños y mujeres, con buena alimentación, campos de recreo para los niños, pediatras y escuela. Crearon un ambiente de recuperación mental y física para las mujeres rescatadas de los campos de concentración.
Para poder prestar toda esta ayuda, tenían 30 auxiliares empleados en las oficinas centrales, y una Dirección de Salud que estaba a cargo del doctor Luis Lara Pardo. El servicio médico tenía un cuerpo de profesionales principalmente españoles. Enviaban medicinas a los campos de concentración, y tras una autorización de las autoridades francesas daban atención médica a domicilio en hoteles y pensiones en los que había refugiados españoles, a los que además, les pagaban el hotel, y les daban una pensión acorde al número de familiares.
Por otro lado, con la ayuda de una abogado francés que había sido ministro, que a su vez, era ayudado por un cuerpo de juristas españoles, instalaron una oficina jurídica para defender a aquellos de los que el gobierno español pedía su extradición por la vía diplomática, ganando las 10 solicitudes que tuvieron que atender.
Cuando Francia comenzó a organizar las Compañías de trabajos forzados por la necesidad de mano de obra, establecieron una oficina de trabajo para colocar a los españoles que se llevaban a estas compañías. Consiguieron que las autoridades francesas aceptaran el crédito de la oficina respecto a la clasificación del trabajo cualificado, y pudieron proporcionar a muchos refugiados una ocupación que evitó que fueran enviados a las compañías de Francia y Alemania.
En los campos de concentración, los internos estaban incomunicados, y era muy difícil poder comunicarse con ellos, pero buscaban las vías adecuadas y cuando lograban sacar de los campos a una persona, una vez aceptada la autorización para que viajara a México, le trasladaban a un campo cerca de Marsella, pero como muchas veces los refugiados no llevaban fotografías para la documentación, y las autoridades francesas tenían el pretexto perfecto para enviarles de nuevo al campo de concentración, se estableció en el consulado de Bosques un gabinete fotográfico para solventarlo.
Cuando conseguían que saliera un prisionero, quedaba la labor de embarcarlo con destino a México. Los embarques se hacían en Marsella o en Casablanca (África), por lo que había que llevarlos hasta allí, algo que no resultaba fácil.
Además, se costeó el rescate, de niños, en su mayoría huérfanos recogidos en los alrededores de los campos de los que habían escapado, en muchas ocasiones con preanemia o con los pies congelados, en invierno. Crearon en los Pirineos una casa de recuperación para estos niños, donde llegaron a tener a 80, a los que les dieron cura, alimentación y recursos médicos.
Realizaron un trabajo constante que no les permitía un descanso.
Los refugiados italianos, alemanes, austriacos...eran principalmente intelectuales, por lo que Bosques pensó en aprovechar a estos refugiados para un trabajo de investigación, y contactó con muchos de ellos, con el fin de reunir datos para estudiar la situación en todos los sectores involucrados en la guerra, y se formuló un proyecto para establecer, situar y esclarecer la situación política, económica y militar de Europa, reuniendo gran cantidad de datos.
Otra situación que vivieron, y que para ellos fue digna de estudio, fue el espionaje por parte de todos los órganos del gobierno de Vichy en coordinación con la Gestapo, del que fueron objeto. Sumándose que la policía española tenía también sus agentes vigilando los pasos de los españoles que estaban bajo la protección de México, por lo que abordaron la investigación, llegando a recopilar muchas notas.
Fue un trabajo muy interesante, porque contemplaba el espionaje en un plano general, de los países totalitarios y de cada país europeo, y se extendió a EE.UU., México, y toda América Latina.
El espionaje era una gran preocupación para el consulado, y no podían bajar la guardia. Cuando trataron de auxiliar a los miembros de las Brigadas Internacionales, se presentaban espías alemanes pidiendo auxilio para una supuesta salida de Francia, con el objetivo de incorporarse al grupo de refugiados para espiarlos.
Normalmente se presentaban en parejas para cuidarse uno del otro, pero cuando vieron que esto no daba resultado, cambiaron de estrategia. Se presentaban por separado y se valían de cualquier recurso. Por ejemplo, una vez uno de ellos se presentó llevando consigo un estudio muy completo sobre México, con mapas y encuadernado, solicitando auxilio para viajar a México, pero fue descubierto como soldado alemán al despedirse porque dio un taconazo.
Para otras gestiones en los campos de refugiados españoles, y para escapar un poco al espionaje (estar alerta sobre la acción de los japoneses que les vigilaban, la policía de Franco, la Gestapo o la policía de Vichy), contaban con la ayuda de algunos civiles franceses dentro del gobierno de Vichy. Estos civiles, también les ayudaron a obtener alimentos en volumen suficiente como para asegurar la alimentación de los albergues.
Establecieron relación con algunos proveedores que les servían al por mayor aceite y harina, y administraban muy bien la comida: con lo que costaba un desayuno en Marsella, ellos daban las tres comidas del día con vino y carne.
Formaron en los albergues cuadros de clasificación, agrupando a los refugiados por oficios, que enviaron a la Secretaría de Relaciones para que en México se viera la mejor forma de emplear esa fuerza de trabajo que llegaría.
La acción diplomática en Francia era interesante, porque para las gestiones normales no funcionaban ni el derecho internacional clásico, ni el derecho diplomático, por lo que había que recurrir a principios aceptados de manera universal, como un estatuto de asilo en los dos albergues.
Lograron arreglos como el respeto de los albergues por parte de las autoridades francesas, accediendo a ellos la policía solo cuando se les autorizaba. Emplearon algunos recursos "persuasivos" con los funcionarios del Gobierno.