Edith Stein
Edith Stein, (conocida como
Santa Teresa Benedicta de la Cruz), nació el 12 de octubre de 1891 en Breslavia, en el seno de una familia judía, siendo la última de 11 hermanos.
Su padre muere cuando ella tenía 2 años, y su madre se hace cargo del negocio familiar, levantándolo hasta convertirlo en la serrería más importante de toda la comarca.
Edith era la preferida de su madre, además de ser una niña superdotada que aprendió a leer muy pronto, conseguía las calificaciones más altas del colegio, y se llevaba todos los premios, pero no le gustaban las alabanzas.
Con 14 años deja el colegio, aburrida de no tener nada que le estimule la inteligencia, y empieza a hacerse preguntas sobre el sentido de la vida, por lo que su madre la manda a Hamburgo a ayudar a una de sus hermanas, de donde regresa un año después, y retoma los estudios, destacando por su lucha por la igualdad de la mujer en una época en la que la mujer no tenía ni derecho a voto ni a ocupar cargos políticos.
En 1913 entra en la universidad, convirtiéndose en
una de las primeras mujeres que acceden a ella, donde comienza estudiando germánicas, historia y psicología, e influenciada por las referencias constantes que se hacen a
Edmund Husserl y su método fenomenológico, acaba trasladándose a Göttingen, donde él enseña, y estudiando filosofía.
Allí conoce a varios pensadores jóvenes como
Max Scheler, Adolf Reinach o Hedwig Conrad-Martius, y con ellos aprende a estudiar filosofía sin prejuicios, e impresionada por la objetividad de la fenomenología, empieza a trabajar en su tesis doctoral sobre la empatía.
En 1914,
cuando estalla la primera guerra mundial, hace un curso de enfermería y se alista como voluntaria en la
Cruz Roja para atender a los heridos infecciosos cerca del frente, ayudando desinteresadamente con tanto cariño y dedicación que consiguió cambiar poco a poco el ambiente moralmente degradado de su entorno.
El hospital en el que trabajaba cerró en 1916, y reanudó sus
estudios de filosofía con Husserl, obteniendo el doctorado en Friburgo, y trabajando con él dos años más, hasta que en 1918 se independiza para seguir sus trabajos científicos personales, con la intención de conseguir una cátedra en la universidad, lo que no logró, pero sí consiguió que en 1920 el gobierno publicara un decreto a favor de que las mujeres tuvieran acceso a las cátedras universitarias.
Durante este periodo, llega a un ateísmo casi total.
Desde su entrada en la universidad, buscaba la verdad con todas sus fuerzas y se acercó a la religión como un fenómeno más de los que se daban en su entorno, aunque algunos acontecimientos le hicieron dudar, viendo la fe que tenían algunos católicos. En 1920, sufriendo por no encontrar el sentido a la vida, le preguntó a un conocido y culto judío por su imagen de Dios, y tras la respuesta de éste, ella se sintió decepcionada (“
me sentía como si me hubieran dado una piedra en lugar de pan para comer”).
El acontecimiento definitivo para su conversión fue en 1921, durante la visita a casa de unos amigos filósofos, en la que lee
la autobiografía de Santa Teresa de Jesús, con la que descubrió que la verdad que buscaba no era un problema intelectual sino una cuestión relacional, y en enero de 1922 es bautizada y el 2 de febrero recibe la confirmación.
Desde su conversión manifestó el deseo de
entrar en el Carmelo, pero sus confesores piensan que debía emplear sus talentos intelectuales en servir a la iglesia en el mundo y la envían a enseñar alemán e historia a un colegio de Espira, donde forma a sus alumnas, además, en el campo cultural, social, político y sexual. En ese tiempo, traduce las cartas y diarios del
cardenal Newman y la obra “
De Veritatis” de
Santo Domingo.
Empieza a ser requerida para hablar por la radio, escribir artículos y dar conferencias en varios países, y sorprende a todo el mundo con su capacidad de trabajo y generosidad y entrega. Su tema preferido era el de la formación de la mujer y su puesto en la sociedad.
En 1932, Edith es llamada al
Instituto Alemán de Pedagogía Científica, en Munich, para dar clases de Antropología filosófica y teológica, y de pedagogía, pero
con la llegada de Hitler al poder, ella ya se dio cuenta de que vendrían persecuciones para el pueblo judío y la iglesia, intentando sin éxito que el
papa Pio XI escribiera una encíclica sobre el problema, y al no haber negado nunca su ascendencia judía, se le prohibió toda actividad docente, con lo que el 14 de octubre de 1933 ingresa en el
Carmelo de Colonia, y el 15 de abril de 1934 toma el hábito con el nombre de
Teresa Benedicta de la Cruz.
Sus superiores le piden que continúe su actividad científica en el Carmelo, y además de escribir artículos, trabaja en su gran obra: “
ser finito, ser eterno”.
Estando dispuesta a compartir el destino de su pueblo, sabía que toda su comunidad corría peligro si permanecía en ella, por lo que el 31 de diciembre de 1938 es enviada al
Carmelo de Echt, junto a una de sus hermanas, donde se supone que estaría fuera de peligro por no ser conocida ni por la población ni por los ocupantes nazis.
En 1940
los alemanes invaden Holanda, y fichan a todos los judíos. Intentan enviarla a Suiza, pero la comunidad de Le Paquier responde que aceptaba a Edith, pero no a su hermana, por lo que Edith rehusó irse.
Tanto Edith como Rosa, su hermana, son llamadas a Maastricht y se les exige que lleven en el vestido
la estrella amarilla.
Los obispos holandeses junto con los demás líderes de iglesias cristianas preparan
una pastoral con una dura denuncia de los excesos del nazismo y la persecución del pueblo judío, que debía ser leída en todos los templos el 24 de julio de 1942, pero solo se leyó en las iglesias católicas, con lo que la represalia de los nazis por el acto es inmediata: Los hebreos bautizados, sacerdotes y religiosas de origen hebreo, fueron arrestados y deportados a campos de concentración.
El 2 de agosto las hermanas Stein son
detenidas por la Gestapo, y llevadas al campo de
Amersfoort al principio, y dos días más tarde al de
Westerboork, donde algunos supervivientes testimoniaron que se esforzaba por ayudar a todo el mundo. Hablan de su silencio, su calma, su compostura, su autocontrol, su consuelo para otras mujeres, su cuidado para con los más pequeños, lavándolos y cepillando sus cabellos y cuidando de que estuvieran alimentados.
El 7 de agosto es
deportada a Auschwitz, llegando allí el día 9, donde la llevaron a la barraca 36 y marcaron con el número 44.074, muriendo ese mismo día a los 51 años,
en las cámaras de gas, puesto que por su baja estatura, y sin signos externos de robustez no servía para trabaos forzados, junto a su hermana Rosa de 59 años, y el resto de compañeros de viaje.
En 1962 se inició su
proceso de beatificación, siendo beatificada por Juan Pablo II en Colonia el 1 de mayo de 1987, canonizada el 11 de octubre de 1998 y proclamada
Patrona de Europa el 1 de octubre de 1999.
Edith Stein fue una de las primeras mujeres en doctorarse en Filosofía, activista feminista, defensora del derecho de voto para la mujer, escritora de numerosos volúmenes de filosofía y teología, y conferenciante en varios países de Europa, que hablaba y escribía con fluidez en alemán, inglés, francés, holandés, latín... Durante la persecución nazi contra los judíos, Edith Stein escribió un valioso libro titulado "Estrellas amarillas", donde nos hace un clarísimo análisis de la situación social, política, religiosa e intelectual de Alemania en la primera mitad del siglo XX.
Podeis leer más sobre ella,
aquí
Hermann Scheipers
“
Soy Hermann Scheipers, Nací el 24 de julio de 1913. En 1937, a los 24 años, me ordene sacerdote. Viví y fui testigo de la toma de poder de Hitler cuando era estudiante. Los últimos y terribles años de su dictadura -de 1941 a 1945- los pasé como prisionero en el campo de concentración de Dachau. El haber sobrevivido corporal y espiritualmente al infierno de Dachau se lo debo exclusivamente a mi fe cristiana.” Así comienza
Hermann Scheipers una conferencia que dio en EEUU en 2009.
Tras ordenarse sacerdote, pidió que le mandaran donde más le necesitasen, y fue enviado a una
zona de Sajonia en la que había pocos católicos, y estaban muy dispersos, por lo que el obispado le puso un coche para los traslados.
Tras la publicación de la
encíclica de Pio XI contra el nazismo, los nazis comenzaron a perseguir a los católicos, y a Scheipers le confiscaron el coche. Le propusieron apoyar públicamente a Hitler para devolvérselo, pero se negó, y tras la tercera protesta, le detuvieron.
En la
cárcel de Leipzig, la Gestapo le presionó, sin éxito, para que abandonara el sacerdocio.
Para los nazis los condenados a trabajos forzosos eran seres “infrahumanos”, pero para Scheipers eran hijos de Dios que necesitaban de su atención y amor, con lo que se convirtió en un peligro al desafiar “
la seguridad del pueblo y el estado”.
En la
oficina de seguridad del Reich en Berlin constaba así su condena: “
Scheipers es un defensor fanático de la Iglesia, es propenso a generar intranquilidad a la población, por lo que ordenamos su internamiento en el campo de concentración de Dachau”. Y allí fue deportado en 1941, siendo enviado al
bloque de los sacerdotes (
Pfarrerblock) con el número: 24255.
En
Dachau, se calcula que de los 300 sacerdotes que deportaron, murieron unos 1000, 336 de ellos en las cámaras de gas. Al preguntarle con qué se encontró en el campo al llegar, responde: “
Con lo peor y lo mejor de lo que el hombre es capaz. Otro sacerdote dijo que, allí, te convertías o en criminal, o en santo. Los nazis enfrentaban a unos presos contra otros, con un sistema de capos.“ Y aún habiendo sido amenazado en varias ocasiones con
ser enviado a las cámaras de gas, se libró de ser ejecutado: “
Sabíamos que que, más pronto o más tarde, nos esperaba la cámara de gas. Cuando me llegó el turno, tuve una de las experiencias de solidaridad más profundas de mi vida. Otro sacerdote, muy enfermo, me paró en mi camino para ofrecerme el pedazo de pan de ese día. Quise rechazarlo: a él le hacía falta, y yo moriría poco después. Él insistió, diciendo que los apóstoles descubrieron al Señor al partir el pan. Lo acepté, profundamente conmovido. Mi ejecución fue cancelada milagrosamente; él murió. Cada vez que celebro la Eucaristía veo ese pan.
Poco antes de terminar la guerra, los nazis ordenaron desalojar el campo, y se organizaron las marchas de la muerte. Yo conseguí escapar de la última. Había un pabellón de moribundos con enfermedades altamente contagiosas. No quedaba tiempo para deshacerse de ellos, y ordenaron a sus capos quedarse para cuidarlos. Eran comunistas, y se negaron. Las SS pidieron voluntarios, y sólo los católicos estuvieron dispuestos a sacrificar sus propias vidas para no abandonar a los moribundos. Fue esa entrega a Cristo por encima de cualquier poder terrenal y hasta de la propia muerte lo que Hitler y Stalin no podían tolerar.”
Una vez terminada la guerra, y recuperada su salud,
continuó ejerciendo la labor de sacerdocio, y tras su jubilación, se ha dedicado a dar numerosas
conferencias sobre su experiencia en Dachau y los totalitarismos, por todo el mundo.
Podeis leer una entrevista suya,
aquí
"Usted puede hacer muy poco con la fe, pero no puede hacer nada sin ella." - Samuel Butler