Como el título del libro de Jorge Semprún, el caso de Antonio Ballesta y Rafael Millá es un ejemplo real de "Viviré con tu nombre, morirás con el mío".
Antonio Ballesta figura como fallecido en las listas de Mauthausen, porque se cambió el nombre y el número con Rafael Millá, pero la asociación Alicante Vivo le encontró y le entrevistó, y en un trabajo excepcional, que paso a reflejaros, nos acercaron este testimonio.
Antonio Ballesta Martínez nació en Albatera, Alicante el 12 de diciembre de 1.910. Creció alrededor de las vías del tren, ya que su padre era guardabarrera de la Compañía de andaluces, y comenzó a trabajar con poco más de 8 años porque "había que ganarse el pan".
Extrovertido, con gran facilidad para hacer amigos.
Cuando alcanzó la edad, le tocó hacer la mili, y lo enviaron a Marruecos, donde se lo pasó muy bien, y aprendió mucho: "Puede que fuera el mejor año de mi vida, desde todos los puntos de vista". Después, fue miembro de la Guardia Nacional Republicana, en Arganda, Extremadura, Valencia y Barcelona: "no hice más que aprender cosas durante la guerra. Algunas desagradables, pero no todas".
En 1.937 se casó con María Iborra, con quién vivió un tiempo en Navalmorales (Toledo) hasta que volvió a Alicante, y a Antonio le destinaron a Barcelona a realizar tareas de vigilancia. Ya no se volvieron a ver.
El 10 de febrero de 1.939 se dirigió al exilio, atravesando la frontera por Cendanya, caminando de noche y durmiendo de día. Al pasar la frontera los desarmaron, y a partir de ahí, comienza la parte más triste de su historia.
Al principio le recluyeron en el campo de Setfonds, del que Antonio dice que, pese a todo lo que pueda parecer: "el hombre se acostumbra enseguida a la desgracia, aún y cuando parezca imposible, sigue teniendo la necesidad de aprovechar el tiempo y adquirir conocimiento". Colaboró en la construcción del campo de refugiados y levantamiento de los barracones, y después se alistó en las Compañías de Trabajadores Extranjeros siendo enviado a la construcción de trincheras, búnkers y defensas en la Línea Maginot. Cuando llegó allí, "ya era intérprete".
El 14 de junio de 1.940 se rompe la línea Maginot, y los soldados fueron tomados como prisioneros de guerra. Antonio dice: "(...)Los alemanes entraron en Francia y nos capturaron. (...) Vinieron con un camión, nos cargaron y nos llevaron a Belfort".
Partieron con destino a Suiza, buscando alguna oportunidad. Los suizos no les dejaron pasar, y tuvieron que volver a Francia. Allí un señor con un gran pajar les ofreció el pajar para dormir. y Antonio, al saber francés, era el enlace y traductor para poder relacionarse con la gente del lugar. El grupo se empezó a disgregar y Antonio consiguió que el alcalde del pueblo les diera trabajo a él y a los compañeros que quedaban, arreglando los desperfectos que el pueblo tenía por la guerra. Los alemanes volvieron a recogerles, y les llevaron de nuevo a Belfort, donde estuvieron 1 o 2 meses trabajando en los cuarteles bombardeados.
Como cuenta Antonio, "llegó el día en que nos pidieron todos los datos (nombre, bandera, nombre de los padres...) y nos dijeron que volviéramos a nuestros lugares a esperar que volvieran con nosotros. Allí esperamos un mes.
Antonio se enteró que él tenia que quedarse allí, y su amigo (solo tenía una amigo de Huelva) iba a ser trasladado. Conoció a un joven alicantino llamado Rafael Millá, hijo del que fuera alcalde de Alicante durante la guerra, Rafael Millá Santos, que también iba a ser trasladado, y se puso de acuerdo con él para intercambiarse los números (y por tanto el nombre), por lo que un día llegó un soldado de la SS, gritó el número 4270, y Antonio se puso de pié, pasando a llamarse desde ese momento Rafael Millá, mientras que Rafael, paso a ser Antonio, con el número 5827. (“Y allí me encontré con este chico, que era de aquí de Alicante. Y le dije: “Tu querrías quedarte y yo me iría en tu lugar?” Y él me dijo que bien, que de acuerdo. Nada era ni mejor ni peor. ")
"Cuando volvieron a por nosotros, los de las Wehrmacht dijeron que salieran todos los españoles, y nos metieron en un tren con tres vagones. (...) Nos llevaron a un sitio que se llamaba Set Fonts, con una estación pequeñita (...) Nada más llegar nos metieron en la ducha y nos despojaron de todas nuestras cosas. Tuvimos suerte, porque muchos de los que entraron en las duchas no salieron. Al salir nos esperaba un montoncito de ropa con un número. El mío era el 4270". Era un Stalag en el que si no tenían las camas perfectamente planchadas "recibían 25 palos", y allí "trabajó de albañil en un campo más pequeño."
Pasado el tiempo, le trasladaron al Campo de Concentración de Mauthausen, ingresando como Rafael Millá, número 4270. Según Antonio, "lo llevábamos aquí (el número en el pecho). "Zweiundervierzig siebzig", se decía así. Si te equivocabas, era una lluvia de golpes de goma que te caía por todo alrededor". De allí, habla de las duras condiciones climatológicas y el trato antihumano que recibieron por parte de los soldados.
"Allí estábamos un centenar de presos. Nos daban latigazos. Los que no tenían vergajos, tenían tubos de goma llenos de arena y cerrados por los lados, con los que nos daban. La falta más pequeña eran 25 golpes. (...) Fuimos aprendiendo el trabajo al llevar tanto tiempo de prisioneros."
Comenzó trabajando en labores de albañil, para después pasar a trabajar en una fábrica de mecánico.
"A quién le enviaban dinero de casa, disponía de él si decía qué quería comprar. Por ejemplo, "yo quiero remolacha" y se la ponían y se la cobraban. Un día estaba trabajando fuera de la alambrada, y había remolachas. Había 2 o 3 españoles trabajando fuera. Me pidieron que les tirara unas remolachas, me vio el kapo, y yo tenía que contar loa palos que me iban dando, pero yo no los conté. Me dieron con una trenza de cables eléctricos. Me quitaron la piel de las nalgas para un mes. Este tiempo fue benigno (irónicamente). Hay gente hoy que no tiene ni idea de lo que fue aquello. La comida nos la ganábamos a base de trabajo."
Recuerda muy bien que "allí todo era militar", y nadie se pudo nunca fugar. Por cualquier cosa les humillaban, les "daban palos" o cosas peores.
"El que moría, lo ponían en la puerta con un manojo de sarmiento y lo recogían y se lo llevaban. Yo construí un crematorio, pero allí había un crematorio solo para los que se morían.
Lo de los judíos lo sabíamos, pero no teníamos más noticias que del de al lado. Nosotros estábamos para hacer trabajos forzados. Viniera quien viniera, de fuera del campo, no podía adivinar lo que sucedía."
"Hay tantas cosas que no puedo contar...(...)Vimos cosas que nos hacían devolver".
La esperanza en Mauthausen les llegaba en forma de noticias, porque los civiles que trabajaban en las fábricas siempre llegaban con alguna noticia sobre el avance ruso, pero también era desolador porque "en ese mismo momento 4.000 presos morían cada mes a base de trabajo".
Desde Mauthausen, Antonio escribía a su familia firmando como Rafael Millá, pero reconocían su letra, aunque un tiempo después, la familia recibió un comunicado en el que decía que Antonio Ballesta Martínez, había muerto en Gusen el 3 de septiembre de 1.943.
“Baix Segura. Albatera. Ballesta Martínez, Antonio. Nacido el 11 de diciembre de 1910, procedente del Stalag XI-B, donde tenia el número 87328. Murió a Gussen el 3 de septiembre de 1942."
"Poco tiempo después de llegar a Mauthausen, me dijeron: Felete, ¿sabes que tu amigo está muerto?. Y así me enteré de la noticia del destino del verdadero Rafael Millá. Allí cuando te decían que un amigo o un hermano o alguien que conocias había desaparecido, pensabas: La próxima me tocará a mi”.
A Rafael, también le enviaron a Mauthausen, registrándole como Antonio Ballesta con el número 5827 y de ahí fue enviado a Gusen donde falleció con el numero 8732.
Los prisioneros de los campos de concentración fueron liberados el 5 de mayo de 1.945. Antonio pesaba 45 kilos y tenía amnesia. Se fue a París, y fue encontrando gente que le ayudó. En Francia se instaló, e hizo allí una nueva vida, se volvió a casar, y actualmente vive en Alicante con su hermana.
Cuando le preguntan qué le dice su corazón al reflexionar sobre lo vivido, responde: "He visto la cara de la maldad. Yo no condeno la conducta de nadie si no es con muchos motivos. Cada ser humano tenemos nuestros seres queridos y nuestras ideas. Por esas ideas hacemos a veces cosas que no deberíamos hacer. Pero encontrar un ser humano que sea malo, no entran muchos en la cuenta...Pero allí en Alemania, los SS si lo eran... pero incluso entre ellos, había buenos"
Os dejo los fragmentos de la entrevista que le hicieron Alicante Vivo, por si lo queréis oír de su propia boca:
"El hombre no es malo por naturaleza" - Antonio Ballesta
15 Comentarios: (+añadir comentario?)
Hola Nikkita, a don Antonio Ballesta si le conocia, quiero decir que habia leido mas sobre él, me impresions la capacidad de perdon y tolerancia de personas como él, despues de haber sufrido tanto. A mi abuelo le ejecutaron un año despues de terminar la guerra civil española, habia estado escondido en un zulo y le encontraron, mi abuela tuvo que enterrarle mientras la amenazaban con una pistola, cuando yo era niña conoci al hombre que lo mató, mi abuela cuando le preguntábamo si no le odiaba, decia , él lleva su propia condena porque es un hombre malo.
Muy interesante lo que nos cuentas, el ser humano aguanta lo inimaginable.
Besinos y buen fin de semana.
La realidad supera con creces la ficción.
Ni al mejor novelista se le hubiese ocurrido esta historia.
Un abrazo.
Estremecedor relato, cada día me sorprendes. Cuesta creer que haya quien aun pone en duda lo que paso o que incluso siga defendiendo las ideas que condujeron a la barbarie.
Hay quien nunca aprende. Gracias por seguir refrescandonos la memoria.
Un saludo!!
Fabia, siento mucho la historia de tu familia, pero es cierto que debe haber algún resorte que nos salta en esas situaciones para que no nos carcoma el odio. Tu abuela por lo que me cuentas es otro claro ejemplo. Efectivamente, el Ser Humano aguanta muchísimo más de lo que nos pensamos.
Perikiyo, parece que está demostradísimo. Muchas veces las historias reales parecen más fantásticas que las de ficción. En esta época tenemos unas cuantas.
Gil de Luna, mientras haya gente como vosotros interesados en recordarlo y aprender de la historia, creo que superamos en número a quien lo pone en duda, que pienso, lo hacen por rebelión o ignorancia.
Antonio Machado dijo: todo lo que se ignora, se desprecia.
Que tengáis un estupendo fin de semana.
Besos
cuanta barbarie y cuanta cruedad es capaz de crear el ser humano por un puñado de tierra y poder.
Gracias por el premio, ya esta distribuido
Muy interesante artículo e impactantes fotos.
Saludos desde Rosario, Argentina
Elisa
Gracias Elisa. No sabes cuánto me gusta el nombre de tu blog.
Un abrazo
Estremecedora historia. Desde luego esun personaje que inventado no hubiera sido tan extraordinario. Sorprende, sobre todo, la capacidad de perdonar que tiene el ser humano. Yo no sé si podría... Pero aunque se perdone, que no se olvide jamás.
Enhorabuena Nikkita, vas mejorando el blog dia a dia.
Bueno meg, a esta gente más le valdría haber podido olvidar muchas veces, pero sí, su capacidad de perdón es un ejemplo a seguir para todos.
Besos.
Nikkita, ya tengo las fotos. esta noche las edito y te las mando. un beso
Genial Oscar, muchísimas gracias de verdad. Ya estoy impaciente por verlas.
Besos
Me siento impresionada, pocos blogs logran provocarme este sentimiento.
Gracias Don Antonio por todo eso tan personal que comparte con nosotros.
Muchas gracias Jubilada en Acción. Bienvenida.
Hola Nikkita. Pero que requetebien has contado esta historia llena de infortunio. La vida de este señor merece una película, y la de tantos. Menudas peripecias vitales y cuanto sufrimiento. Gracias por tus aportaciones. Aprendo cada día. Muchos besosssss y feliz domingo
Felix, gracias!, si, la verdad es que películas, creo que se podrían sacar de la mayoría.
Feliz domingo para ti también.
Besos
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